domingo, 29 de enero de 2012

Los problemas para conciliar el sueño en los niños

Es frecuente que los niños presenten algún grado de dificultad para iniciar el sueño. Muchos niños usan un juguete, o muñeco, o alguna luz para acompañarse y asociarlo, inconcientemente, al inicio del sueño. Causas y consejos para un mal que desvela a todos.


Es frecuente que los bebés sólo puedan iniciar el sueño con el papá o la mamá.   Si el niño superficializa el sueño y se despierta, para volver a dormirse va a requerir de los mismos elementos que le permitieron dormir antes, vale decir a su papá o mamá. Esto puede repetirse en una noche hasta el cansancio. 

Es diferente el resultado cuando el niño se duerme con su osito o con el entorno de su dormitorio, ya que esto le permite tener una cierta autonomía en el inicio del sueño. Los niños no tienen insomnio por preocupaciones, como ocurre en los adultos, los niños tienen insomnio por falta de una adecuada higiene del sueño.



Los niños pueden considerar que la hora de dormir es un momento en que son alejados del amor y la protección de sus padres. Es evidente, por tanto, que los conflictos conyugales potencian esta problemática. Las experiencias que pueden provocar trastornos del sueño infantil son:

  • Dormir en la cama de los padres;
  • Accidentes o enfermedad del niño;
  • Separación o ausencia de la madre (por trabajo, viajes, etc.);
  • Depresión materna postparto prolongada; 
  • Una actitud materna insegura o contradictoria en la crianza del niño.

Los niños mayores pueden presentar miedo durante la noche a los ruidos o la oscuridad, imaginándose monstruos, ladrones, etc. No siempre lo dicen abiertamente, a veces inventan tácticas para ir postergando la hora de iniciar el sueño.
La ansiedad de separación y el temor para iniciar el sueño muchas veces se desencadenan cuando el niño comienza a ser dejado parte del día en una guardería.
En los niños mayores de 4 años las pesadillas y cuadros similares como los episodios de terror nocturno son también causa de trastornos del sueño.

El insomnio por falta de una adecuada higiene del sueño, es el trastorno de sueño infantil más frecuente. Puede afectar tanto a bebés como a niños de 5 años. Los padres relatan que el chico "nunca" ha dormido bien y que tiene, desde siempre, múltiples despertares nocturnos. La principal característica de este tipo de insomnio es la dificultad para que el niño inicie el sueño solo y los frecuentes despertares durante la noche reclamando a sus padres.
A medida que el niño va creciendo y adquiriendo vocabulario y mas control de su entorno se van complicando los momentos de iniciar el sueño. Ahora es el niño el que indica a los padres qué deben hacer para dormirlo. El niño pide que le canten, quiere agua, dormir con los padres, dormir viendo televisión, etc. Nada de ello favorecerá las correctas rutinas de los hábitos del sueño y mucho menos solucionará el problema. La causa de este problema es simplemente la deficiente adquisición del hábito de sueño.



Es esencial la detección del problema por los padres y una adecuada orientación profesional.
Por otra parte, es fundamental el apoyo de los padres y el estímulo afectivo para sostener los cambios en este hábito.


  • Constancia en el horario de inicio del sueño. Debe cumplirse siempre la rutina de indicarle ir a la cama con muy pocas modificaciones.
  • El niño no puede dormirse en la cama de los padres. Puede permitirse ocasionalmente que duerma en la cama de uno de sus hermanos.
  • Se deben evitar a toda costa los programas de televisión que presenten algún grado de violencia, terror o excitación.
  • Mucho mejor que la televisión es compartir con uno de los padres la lectura de un cuento, o un momento previo de conversación antes de iniciar solo el sueño.
  • Se puede ofrecer un baño nocturno relajante.
  • Se puede aceptar que duerma con una luz encendida o con la puerta abierta.
 Sólo el pediatra puede autorizar el uso de medicamentos para dormir en muy contados casos.



Recién nacido

  • No deje que su bebé duerma más de tres horas seguidas de mañana. Despiértelo con amabilidad. Así dormirá más de noche.
  • No le dé de amamantar o la mamadera cada vez que llora. No siempre lloran por hambre. Si al bebé se le alimenta constantemente de día, también pedirá constantemente de noche.
  • No permita que el bebé duerma con usted. Una vez que sea conciente de ese privilegio será muy difícil hacerlo cambiar. Téngalo al principio en una cunita o "moisés" cerca de su cama.
  • Cuando el bebé esté listo para dormir, pero estando aún despierto, colóquelo en el “moisés”. Su último recuerdo despierto debe ser el entorno de la cuna y no la presencia de la mamá. Así irá aprendiendo a dormirse solo y no requerirá la presencia de los padres cada vez que quiera iniciar el sueño. Debe aprender a dormirse solito.

Dos a cuatro meses del bebé

  • Se debe pasar el bebé a una cuna en otra habitación. De ser posible, el bebé debe tener su propio dormitorio para desarrollar una adecuada higiene del sueño. 
  • Disminuya gradualmente la frecuencia de alimentación durante la noche. 
  • Nunca despierte al niño en la noche para alimentarlo. En todo caso espere que él pida su alimento.

 Seis meses del bebé

  • Acueste al niño con un osito o su muñeco de peluche preferido. Será asociado por él inconcientemente al comienzo del sueño y a la vez se sentirá acompañado y protegido.
  • Deje abierta la puerta del cuarto del bebé.
  • Puede dejar una luz suave o velador con motivos infantiles.
  •  Durante el día brinde afecto al niño si manifiesta temor por la separación.

 Un año del bebé

  • Una muy buena rutina para el niño es leerle un cuentito antes de dormir. Le condiciona el sueño, se relaja y pone la mente en otra cosa. Además, mejora la comunicación con los padres y a la vez colabora en darle un futuro hábito de lectura.
  • Una vez colocado el niño en su cama y terminada la rutina de la lectura, el niño debe permanecer allí. El niño debe ser capaz de conciliar el sueño solo. Hay que hacer caso omiso de las protestas o rabietas. Se debe mantener siempre una actitud tranquila pero firme.
  • El niño puede ser pasado de la cuna a una cama a los 2 años de edad. Puede adelantarse este paso si el niño ya ha aprendido a trepar los barrotes de su cuna. 

Cómo enseñar el hábito de dormir bien a un niño:

Los dos hábitos más importantes que debe aprender un niño son el de comer y el de dormir correctamente. Hay dos claras funciones fisiológicas que el niño trae con su biología: comer y dormir. Pero la biología no es todo, hace falta completar la tarea con educación.

Los niños aprenden a comer correctamente según las normas sociales que les rodean. Los occidentales lo hacen sentados en sillas, comiendo en platos que apoyan sobre una mesa y emplean unos instrumentos que denominamos cuchillo, cuchara y tenedor. En Oriente en cambio se come sentado en el suelo, con un pote en la mano donde se coloca la comida y utilizando palillos. Ambas conductas están bien y se consideran hábitos correctos. Las normas adecuadas tanto en Oriente como en Occidente las enseñan los padres.

Con el sueño sucede lo mismo. Los niños pueden aprender a dormir acompañados por la madre, el padre, por ambos padres, o solos y hacerlo en el piso, en el sofá, en la cama de los padres, o en su cama. Las normas que acompañan al acto de dormir deben ser dictadas también por los padres y ser coherentes con las normas sociales imperantes.

En nuestro medio, un niño a partir de los 6 meses debe iniciar el sueño solo, sin llanto y debe tener una duración de al menos 11-12 horas seguidas, sin despertares que lo interrumpan. Puede utilizar un osito de peluche como "acompañante", debe dormir en su cuna, y en su dormitorio.

Para enseñar un hábito es muy útil asociarlo a las cosas vinculadas a este. Por ejemplo la función fisiológica de comer la asociamos a la sillita de comer, el plato, la cuchara, y el tenedor. El repetir esta asociación de elementos externos y la función fisiológica, condiciona en el niño un buen hábito de comer cuando se encuentra con los elementos adecuados en el horario adecuado. 

Con el sueño se produce un mecanismo parecido. El niño debe aprender a iniciar el sueño solo, asociando la función fisiológica de dormir con los elementos externos como son su pijama, su cama, su dormitorio, el osito de peluche, su chupete y los demás elementos ornamentales de su habitación. La actitud de los padres es fundamental porque son los que comunican seguridad al niño y además quienes deben enseñarle las normas.

Los padres cuando un niño es sentado por primera vez en la mesa no esperan que sepa utilizar correctamente el cuchillo, la cuchara ni el tenedor, ni que se sirva la bebida ni que condimente su comida. Ellos saben que el niño debe aprender a comer y que para ello hay que enseñarle. No se angustian y al día siguiente vuelven a intentarlo de la misma forma. Esta actitud de seguridad va dando confianza al niño que después de repetir la misma acción múltiples veces acaba realizándola correctamente.

Con el sueño debe ocurrir lo mismo. Los padres deben saber que los niños tienen que aprender a dormirse solos, transmitirles esto y nunca comunicarles inseguridad.

Nota elaborada por el Centro de Diagnóstico Dr. Enrique Rossi y publicada en http://www.materna.com/

Aclaración: el texto original no tiene fotos.

domingo, 22 de enero de 2012

Más guía, menos castigo
Todos desearíamos poder criar a nuestros hijos sin tener que recurrir a gritos ni amenazas. Pero también sabemos que los límites contienen y ayudan a crecer. ¿Existe una forma de educar que no apele a la violencia ni la genere en los niños? Existe, y se llama Disciplina Positiva.
 La palabra disciplina ha adquirido en nuestros días una connotación negativa. Criados a veces por padres rápidos para castigar o levantar la mano,  influidos por teorías psicológicas que enarbolan la autoestima de los chicos como bandera, muchos padres hoy comparten un secreto desafío: tienen pánico de educar a sus hijos con normas y reglas restrictivas, y cuando lo hacen se mueren de culpa. Quieren que sus niños crezcan respetuosos y educados, pero carecen de modelos válidos para lograrlo. ¿Es ésta una situación imposible? 
En absoluto. Estudios recientes demuestran que los chicos vienen al mundo con una tendencia innata (escrita en sus patrones cerebrales) a conectar afectiva y cognitivamente con otros, y que los niños que desarrollan una conexión fuerte y sana con su familia y su comunidad son menos proclives a tener problemas de conducta. A su vez, para poder contribuir a la comunidad es necesario que los chicos aprendan ciertas habilidades sociales importantes. Las nuevas corrientes pedagógicas, entonces, se construyen sobre dos preceptos: la disciplina se aprende, y la disciplina enseña.
No se trata de un concepto nuevo. El psicólogo vienés Alfred Adler (1870-1937), un contemporáneo de Freud con ideas bien distintas acerca de la naturaleza humana, estaba convencido de que lo que movía la conducta de las personas no eran los hechos del pasado sino el deseo y la necesidad de pertenecer a una comunidad. Sus ideas echaron raíz en Estados Unidos -y en otras partes del mundo- luego de que se exiliara allí huyendo de los nazis.
“Disciplinar es diferente a castigar -explica Valeria Fontanals, psicopedagoga, Magister en Educación por el Harvard Graduate School of Education y fundadora del Proyecto VF, espacio psicológico, educativo y cultural)-. Disciplinar significa establecer normas claras que deben ser seguidas, con referencias que regulan el comportamiento infantil. Poner límites quiere decir, también, contener de forma física y emocional.” La especialista argentina subraya que “la falta de límites trae aparejados problemas de conducta y sobre todo frustraciones. Los chicos que se gobiernan a sí mismos son chicos a los que en el futuro les va a costar mucho aceptar las frustraciones. Están en la fase de distinguir lo correcto de lo errado, lo que está bien de lo que está mal. Necesitan adoptar normas que en el futuro les permitan relacionarse con el mundo.” 
¿Pero por qué los padres no pueden decirles que no a sus hijos? ¿Es posible revertir esta situación? Para Fontanals lo primero es tomar conciencia de qué tipo de disciplina aplicaron nuestros padres con nosotros, ya que ésa es la conducta que tendemos a repetir espontáneamente. Muchas veces, la relación con los hijos pemite a los padres subsanar carencias sufridas en su propia crianza. 
Ese fue el caso de Alejandra Ferrero (43), mamá de Paloma, de 6 y Micaela, de 14. Criada por una madre que no desestimaba la violencia física ni verbal a la hora de imponer su autoridad, Alejandra hizo de la maternidad una apuesta al cambio y a la reparación. “Cuando tuve a mi hija me puse como objetivo jamás repetir ese patrón que tenía incorporado. Empecé a buscar otras alternativas en todos los sentidos. Para poder poner límites a mis hijas tuve que aprender a conocerme.”
Hizo cursos, buscó referencias en la familia de su marido y tendió redes entre sus conocidos. Así pudo encontrar una forma armoniosa de relacionarse con sus hijas. “Ellas me obligaron a confrontarme con mis propios fantasmas. Ahora reflexiono cuando me saco y les reconozco mis defectos. Es difícil no repetir lo que tuviste, es mi gran desafío. Yo decía ‘jamás le voy a gritar ni pegar a mis hijos’. Pude sostener lo de pegar, pero reconozco que a veces grito. Una vez le grité a Micaela y ella me dijo ‘¿Me lo podés decir sin gritar?’ Y reaccioné.” 
Una de las enseñanzas más importantes que acuñó Alejandra en su búsqueda como madre fue que “para criar hijos con armonía hay que tener tiempo. La falta de tiempo quita armonía. La maternidad es un camino de autoconocimiento muy profundo, porque nuestros hijos nos invitan a vernos.” Por esta misma cualidad, cree que no es bueno transitar ese camino sola. "Una mamá con un niño pequeño nunca debiera estar sola”, destaca.
Para Gabriela Kogan, de 46 y madre de Clara de 7 años,  las cosas se dieron de una forma más natural. “En mi casa los límites siempre fueron conversados. Vengo de una familia de psicólogos y por suerte pude repetir ese modelo con mi hija Clara.”
Gabriela cree que la mejor forma de poner límites es a través de la comunicación. “Para mí el ‘porque sí’ no es una respuesta. Yo le trato de explicar las cosas y cuando no las entiende le digo: ‘Soy tu mamá y sé que es lo que más te conviene. Te digo esto porque quiero cuidarte y sé cómo hacerlo. Confiá en mí.’ Eso lo puedo hacer cuando estoy segura de la decisión que tomé. Mi marido siempre me dice: ‘No la amenaces con nada que no vayas a cumplir’. Es el desafío más grande que tenemos como padres”. Y agrega: “Para mí la disciplina tiene que ver más con el tono que con lo que se dice. Cuando les das todo lo que piden, los chicos se vuelven unos eternos insatisfechos. A veces le negocio la ropa que se pone o los horarios de la tele porque entiendo que es una niña de su tiempo y tengo que respetarla. Cuando va a la casa de las amigas quiere usar lo que usan y aunque yo no esté tan de acuerdo, me parece algo normal. Lo importante es decirle que la vida no son las pulseritas ni el programa de turno.” 
Está claro que las características de cada niño requieren de estrategias disciplinarias diversas. Alejandra ejemplifica con sus hijas: “A diferencia de Micaela, Paloma se rebela contra las normas de la casa. Y yo trato de acompañarla con su propia energía. Paloma es activa, entonces le ofrezco actividades, y cuando está enojada sé que la saco de ese estado con el humor.” El humor sería, en este caso, una estrategia de disciplina positiva.
Viejos dilemas, nuevas herramientas
Según Jane Nelson, educadora estadounidense y autora de varios libros de pedagogía, la disciplina positiva tiene las siguientes virtudes: otorga una sensación de conexión, pertenencia y significado; es respetuosa del niño y de los padres; es efectiva porque toma en cuenta lo que el chico piensa y siente; enseña habilidades sociales como el respeto, la cooperación y la consideración por el otro, y genera autonomía al educar a los chicos en la resolución de problemas.
¿De qué herramientas se vale?
La auto-observación: Recientes investigaciones en neurociencia dan cuenta del poder de la imitación en los seres humanos. En un contexto pacífico, sin gritos ni agresiones, el chico aprende a expresarse y actuar sin violencia. Así, es notable cómo los padres que se entrenan en auto-observarse en la vida cotidiana pueden regular mejor la expresión de sus emociones, darse cuenta de cuándo están descargando en ellos frustraciones del día, o cuándo están siendo poco firmes en servir de parámetro externo de disciplina. La mayor bendición que un niño pueda recibir es la de ser criado por padres que trabajan sobre sí mismos cotidianamente, ya que recibirán los frutos de esa capacidad de discernimiento que la auto-observación provee. 
Practicar el “time out” (tomar distancia): En medio de un berrinche o una confrontación aguda, puede ser útil parar la situación  alejarse un rato para poder calmarse y pensar. Cuando un chico está desbordado por el enojo o la emoción, su cerebro no puede procesar lo que el adulto le está transmitiendo, y menos aún si el adulto también está tomado por sus propias emociones. A diferencia de la vieja consigna de “al rincón a pensar en lo que hiciste”, la idea del ‘time out’ es dar a ambos –el niño y la madre o el padre- un tiempo y un espacio para calmarse y procesar mejor lo que están sintiendo. Conviene explicitarlo: “Ahora cada uno va a estar solo un rato, hasta que podamos hablar más tranquilos”.
Ser coherentes: Cuando la misma conducta a veces está bien y a veces está mal, el chico no recibe una consigna clara. La ausencia de consignas claras es un semillero de conductas disruptivas en el futuro. Si uno cree que se equivocó y quiere cambiar las pautas, es mejor reconocer el error y pedir disculpas que cambiar de actitud sin más. Desde la vieja concepción de crianza, pareciera que pedirle disculpas a un hijo por haberse equivocado o excedido en una actitud hacia ellos implicaría asumir una posición de debilidad. Muy por el contrario, si esto se da en un contexto de roles claramente definidos, para un chico puede ser invalorable el aprendizaje de que el adulto se haga cargo de ese error, y lo considere como persona. Le dará pautas para hacer lo mismo cuando suceda lo inverso y sea el hijo quien tenga que hacerse cargo de sus errores.
Dar opciones: Todos los chicos –aun los más pequeños- necesitan ejercitar la facultad de tomar algunas decisiones propias, de manera de ir cobrando confianza en ellos mismos. El secreto es hacerlo dentro de límites razonables: si no se le puede dejar que vaya al jardín con el disfraz de lentejuelas, por ejemplo, al menos se le puede ofrecer que elija entre todas sus otras prendas, y luego respetar su decisión. Siempre hay una elección posible. 
Pedirles ayuda: Sobre todo con los adolescentes, una forma sorprendentemente eficaz de resolver conflictos es pedirles ayuda: consensuar con ellos reglas necesarias, e incluso las consecuencias que tendrá el hecho de incumplirlas. Cuando una situación se desborda y el padre no sabe cómo manejarlo, a veces puede ser válido pedirle al hijo que piensen juntos cómo superar el trance.
Ver más allá: En los nenes chiquitos es muy frecuente que el capricho o el berrinche esconda tristeza, cansancio o enojo por alguna cuestión ajena a la situación concreta que lo desató. A veces son celos por un hermanito, necesidad de mayor atención del padre o la madre, o una reacción inconsciente a algún conflicto que está ocurriendo en la casa. En todos estos casos, un abrazo amoroso puede ser la mejor respuesta. Cuando el berrinche cede, suelen aparecer las emociones reales que lo motivaron.
Confiar y dar confianza: La confianza de los padres en sus hijos, y viceversa, es clave para tener un vínculo sano que ayude a crecer. Los padres tienen que lograr que los hijos se animen a expresarles lo que sienten y a contarles las cosas que les pasan. Muchas veces, empezar por expresar confianza -sin dejar de lado una razonable cautela- es la mejor forma de ayudarlos a ganársela. 
www.vivisophia.com

lunes, 16 de enero de 2012

¿MI NIÑO ES INQUIETO O HIPERACTIVO?

En el ámbito de la psicología infantil y, por qué no, en la educación, por momentos pareciera haber trastornos o déficit de moda. Eso al menos es lo que piensa un gran número de padres, educadores y algunos profesionales de la salud mental. Desde hace unos pocos años en España, y algunos más en los Estados Unidos, se diagnostica el trastorno por déficit de atención e hiperactividad con más asiduidad que nunca. Esto ocurre en la consulta profesional y en la escuela. Entonces es cuando surge la pregunta: ¿Es mi hijo un niño inquieto sin más o tiene un trastorno? ¿Cómo saber dónde está el límite? A continuación, respondemos a las preguntas más frecuentes sobre este tema.

¿Qué es el Trastorno por Déficit de Atención?
Este trastorno se denomina oficialmente Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), aunque en general es conocido por algunos profesionales como TDA ó TDAH.
Los investigadores poseen ahora evidencias suficientes como para definir su posición en cuanto a que tanto el TDA como el TDAH, como nos referiremos a partir de ahora, no es un trastorno específico con diferentes variaciones. Siguiendo dicha evidencia, lo dividiremos en tres subtipos, de acuerdo a las características principales asociadas al mismo: falta de atención, impulsividad e hiperactividad:
Tipo Combinado –síntomas múltiples de falta de atención, impulsividad e hiperactividad.
Tipo con predominio de déficit de atención – M últiples síntomas de falta de atención con poca, si hay, hiperactividad-impulsividad
Tipo con predominio hiperactivo-impulsivo —síntomas múltiples de hiperactividad-impulsividad con poca, si hay, falta de atención.
Estos subtipos se refieren a que algunos niños con TDAH no tienen problema en permanecer quietos en una silla o en seguir comportamientos de inhibición, pero pueden tener problemas de falta de atención y como resultado de ello grandes dificultades en concentrarse en una tarea o actividad determinada. Otros, pueden no tener problemas en prestar la debida atención, pero pierden concentración debido a una hiperactividad-impulsividad predominante sin controlar su impulso y actividad. El más frecuente suele ser el Tipo Combinado. Esos niños tendrán síntomas significativos de las tres características.

¿Cuáles son las señales más evidentes del TDAH?
Las características básicas asociadas al trastorno son la falta de atención, hiperactividad, así como la impulsividad. Los profesionales que diagnostican estos tipos de trastornos utilizan los criterios establecidos por la Asociación Americana de Psiquiatría-1994 cuyos síntomas se relacionan en el DS M -IV ( M anual de Estadística y Diagnóstico para Trastornos M entales).
Déficit de atención
Se describe el TDAH como una atención un tanto precaria y una actitud distraída por parte del niño. Actualmente, la distracción y la falta de atención no se consideran sinónimos. La primera, se refiere a la brevedad en cuanto a la calidad de atención y la facilidad con la que algunos niños pueden perderla. La segunda, es un proceso que consta de diferentes partes: la dirigimos (hacia algo en lo que poner la atención), la seleccionamos (algo que requiere nuestra atención en aquel momento) y la mantenemos (ponemos atención durante el tiempo necesario). También nos resistimos (evitamos cosas que inhiben nuestra atención) y la cambiamos (pasamos nuestra atención a otra cosa, si es preciso).
Cuando nos referimos a alguien como distraído, estamos diciendo que una parte de su proceso de atención se ha interrumpido. Los niños con TDAH es posible que tengan dificultad con una o todas las partes del proceso de atención. Algunos niños pueden tener dificultades en la concentración sobre una tarea (particularmente en labores rutinarias o aburridas), en empezar una tarea e incluso otros pueden perderse en las directrices durante proceso. Un observador cuidadoso puede apreciar dónde se rompe este proceso para un niño en particular.

Los síntomas del déficit de atención relacionados en el DS M -IV son:
Falta de la debida atención a los detalles o caer en errores irreflexivos en las tareas escolares u otras actividades.
Dificultad en mantener la atención en las tareas o en los juegos.
Parecer no escuchar cuando se les habla directamente.
Tener conflicto en seguir las instrucciones dadas y en acabar las tareas escolares, domésticas, etc. (no debidas a oposición o a dificultad en entender las instrucciones).
Mostrar dificultad en organizar tareas y actividades.
Evitar, les disgusta o son reacios a empezar una tarea que requiere cierto esfuerzo mental continuado (como tareas escolares).
Perder a menudo cosas necesarias para realizar sus tareas o actividades (juguetes, lápices, libros o herramientas escolares).
Distraerse con estímulos externos.
Olvidarse a menudo de las actividades diarias.
Hiperactividad
La excesiva actividad es el signo más visible del TDAH. La hiperactividad en preescolar se describe generalmente como el típico niño que está “siempre en movimiento”. Con los años, los niveles de actividad pueden disminuir.
Durante la adolescencia y durante el principio de la edad adulta la hiperactividad puede aparecer como un comportamiento agitado o intranquilo.

Los síntomas de hiperactividad relacionados en el DS M -IV son:
Realizar movimientos continuos de manos o pies o mostrarse inquieto al estar sentados.
Estos niños suelen levantarse de su silla en clase o en otras situaciones en las que se espera que permanezcan sentados.
Se mueven arriba y abajo continuamente y en situaciones inapropiadas (en la adolescencia o en la edad adulta pueden limitarse a experimentar sentimientos subjetivos de intranquilidad).
Tener dificultades en jugar o elegir actividades lúdicas que requieren cierta tranquilidad.
A menudo están “en marcha” o son demasiado dinámicos en su actuación.
Hablar en exceso.
Impulsividad
Cuando la gente piensa en impulsividad, a menudo lo hace como impulsividad cognitiva, que es actuar sin pensar. La impulsividad en los niños con TDAH es algo diferente. Esos niños actúan antes de pensar, debido a que tienen dificultad en esperar o retrasar su gratificación. Les fuerza a hablar fuera de turno, interrumpir a los demás e involucrarse en comportamientos de riesgo. El niño puede cruzar la calle sin mirar o escalar a árboles demasiado altos. Aunque este comportamiento sea de riesgo, el niño realmente no es temerario, sino que tiene gran dificultad en controlar sus impulsos. En ocasiones, son los primeros en sorprenderse al descubrir que se han expuesto a una situación de peligro y no tienen idea de cómo salirse de ella.

Los síntomas de impulsividad relacionados en el DS M -IV son:
Responder antes de haber completado la pregunta.
Interrumpir o entrometerse en las acciones de los demás (en conversaciones o juegos).
Es importante observar que en el DS M -IV, la hiperactividad y la impulsividad no se consideran características separadas ya que la hiperactividad-impulsividad es un patrón procedente de la dificultad en conseguir un comportamiento de control.

Además de los problemas con la falta de atención o hiperactividad-impulsividad, el trastorno se presenta con características asociadas. Dependiendo de la edad del niño y su desarrollo, los padres y profesores pueden apreciar baja tolerancia a la frustración, arranques de temperamento, despotismo, dificultad en seguir las reglas, falta de organización, exclusión social, autoestima pobre, bajo rendimiento académico y auto aspiraciones inadecuadas.

Otras características de diagnóstico esencial de TDAH incluyen:
Los síntomas de falta de atención, hiperactividad o impulsividad deben persistir al menos durante seis meses y ser inconsistentes con los niveles de desarrollo.
Algunos de los síntomas que ocasionan deterioro deben presentarse antes de los 7 años.
Ciertos deterioros partiendo de los síntomas se presentan en dos o más ambientes (en las tareas escolares y en casa).
La evidencia del deterioro significativo clínicamente está presente en el funcionamiento social, académico u ocupacional.
Los síntomas no suceden exclusivamente durante el curso del Trastorno de Desarrollo Global, Esquizofrenia u otros Trastornos Psicóticos y no son mejor explicados por otro trastorno mental (ejemplo: trastorno del carácter, trastorno de ansiedad, trastorno disociativos o trastorno de la personalidad).

¿Es posible que los niños presenten ocasionalmente estos signos?
De vez en cuando, todos los niños son impulsivos, activos y muestran signos de falta de atención. En el trastorno del TDAH estos comportamientos son la regla, no la excepción. Cuando un niño exterioriza estas actuaciones como sintomáticas, incluso si lo hace de forma consistente, no debe llegarse a la conclusión de que tiene el trastorno. Sólo después de haber realizado una evaluación completa, se puede asumir la existencia del mismo y es preciso realizar un control ya que, a largo plazo, puede ser un factor que redunde en posteriores complicaciones.

Tratamientos
El tratamiento conductual para niños con TDAH implica el ajuste del medio ambiente para gestionar con éxito sus interacciones sociales. Estos ajustes incluyen la creación de una mayor estructura, fomentando rutinas y fijando expectativas beneficiosas como pueden ser:
1.- Entrenamiento en habilidades sociales. Esto puede ayudar a un niño a aprender comportamientos que les ayuden a desarrollar y mantener relaciones sociales.
2.- Intervención de un psicólogo infantil que de pautas a padres y familiares, focalizándose en el tratamiento cognitivo conductual y sistémico del niño.
3.- Asesoramiento individual y capacitación para padres. La educación y apoyo para los padres puede ser una parte integral del tratamiento del TDAH .
Las necesidades de cada niño y su historia personal deben ser cuidadosamente consideradas, por lo que el asesoramiento de un terapeuta especializado es lo más indicado.

MITOS
Mitos sobre el Trastorno por Déficit de Atención :
1.- Todos los niños con Déficit de Atención son hiperactivos .
Algunos niños presentan hiperactividad , pero la mayoría no lo son.

2.- Los niños con Déficit de Atención no prestan atención .
Los niños con este trastorno a menudo sí son capaces de concentrarse en las actividades con las que disfrutan. Aunque lo intenten , tienen problemas para mantener el foco cuando la tarea es aburrida o repetitiva .

3.- Los niños con Déficit de Atención optan por ser difíciles y podrían comportarse mejor si se lo propusieran .
Los niños con el trastorno puede esforzarse , pero son incapaces de quedarse quietos , tranquilos o prestar atención. Parecen desobedientes , pero eso no quiere decir que lo hagan a propósito .

4.- En la edad adulta estos niños superarán el trastorno .
No espere a que el niño crezca para seguir un tratamiento correcto ya que, de hacerlo, estará evitando que aprenda a gestionar y minimizar los síntomas .

5.- Los medicamentos son la mejor opción de tratamiento para el Déficit de Atención.
Si bien es cierto que suelen prescribirse a menudo medicamentos adecuados, pueden no ser la mejor opción para el niño. El tratamiento realmente eficaz para el trastorno también incluye la educación , terapia cognitivo conductual , el apoyo en el hogar y la escuela , el ejercicio y una nutrición adecuada .

En síntesis, la observación conjunta de padres y maestros es de gran valor para establecer un buen criterio a la hora de decidirse por una intervención psicoterapéutica. Pero ante todo hay que tomar conciencia de que la consulta con un profesional es la mejor manera de saber con seguridad si estamos ante un trastorno o, simplemente, ante unos niños con mucha energía y motivaciones diferentes a las previstas por los padres.
por  Psicología Infantil en Barcelona - Instituto Klein 
  http://psicologia-infantil.com/
NOTA: texto original sin imágenes

jueves, 12 de enero de 2012

NIÑEZ…TIEMPO DE JUEGOS

Mamá, ¿venís a jugar conmigo?, Seño… ¿querés jugar con nosotros?, ¡Estoy aburrido!, Abuela, ¿dale que inventás un juego?...
A menudo los chicos nos reclaman a nosotros, adultos, para querer jugar.  Muchas veces no lo hacemos por falta de tiempo, por estar cansados, porque ya no estamos en edad… Tal vez, algunos papás creen que si juegan pierden autoridad, o que para jugar están los otros chicos y, no se dan cuenta que para el juego no hace falta tener cinco años.

Nuestros chicos desean jugar con nosotros porque el juego implica compartir con el otro, acercarse, disfrutar.  Para jugar con ellos no es necesario saber juegos o trucos que los diviertan y por sobre todas las cosas la idea no es proponerse “divertirlos a ellos” sino “divertirnos junto a ellos”.
Jugar es poder soltarnos y sacar afuera el niño que llevamos dentro. Recordar nuestros propios juegos, lo que nos hacía reír, lo que nos daba placer.
No todos los adultos jugamos de la misma manera.  Tal vez papá juegue a correr, a las cosquillas, a la pelota… Quizás mamá comparta un cuento, vista a las muñecas, haga experimentos…Y la abuela enseñe el “Pisa Pisuela” o “La ronda de San Miguel”…
Jugar es ser sinceros y espontáneos.  No es “hacer que jugamos”.  Jugar es diversión, es risa.
Para jugar no hace falta un momento.  Se puede jugar en el auto, cuando vamos caminando por la calle, en la sala de espera del médico, mientras hacemos la comida, a la hora de la siesta.
Lo que sí es necesario para jugar son las ganas.  Ganas de ver felices a nuestros chicos y de sentir nosotros la misma felicidad.

VAMOS A PROPONERNOS JUGAR

+Hay que aflojarse.
+Meterse en el juego para dejar de ser espectador.
+Poner en marcha la imaginación.
+Pedir colaboración a nuestro compañero de juego.
+Compartir ideas.
+DISFRUTAR.

ALGUNAS PISTAS
*Si vamos en el auto o en el colectivo…podemos contar los autos rojos, los carteles de la calle, los señores con bigotes y las señoras con lentes.  Podemos nombrar colores o prendas de vestir, juguetes. Podemos jugar a “piedra, papel o tijera” Hacer letras con dedos, jugar a las adivinanzas, inventar rimas, cantar.
*Si vamos por la vereda… podemos contar los pasos que tiene una cuadra, contar las baldosas, jugar a no pisar los bordes, contar las casas altas y bajas.  Dar pasos largos y cortos imitando a nuestro compañero.  Jugar a “María la Paz”.  Inventar un cuento con los negocios del barrio.  Imaginar cómo sería un barrio de animalitos.  Contar los autos que pasan por la calle, los semáforos o las personas que vemos en el camino.
*Si estamos en casa cocinando…podemos hacer rimas: “cucharón cara de melón”, armar pequeñas historias, cantar canciones y cambiarles la letra o inventar alguna.  Amasar galletitas de pizza, hacer gelatinas con formitas.  Preparar una torta para llevar a la casa de los abuelos cuando vamos de visita.  Hacer masitas para compartir con mis amigos cuando vengan a jugar a casa.



*Si estamos en el patio… Podemos jugar a la mancha, a la escondida, a los bolos con botellas plásticas, a la rayuela, a dibujar con tizas en el piso, hacer burbujas, armar un barrilete, al carnaval, a hacer puentes con el cuerpo.  Atar una soga o hilo y saltarlo, fabricar zancos, hacer casitas con sábanas, mesas y sillas, jugar a la pelota.
*Si estamos en el piso… hacemos botecitos, bicicleta con las piernas, fabricamos una pista de autos con obstáculos, hacemos gimnasia, tapamos objetos y recordamos qué había, imitamos animales.
*Si tenemos útiles…hacemos caretas, dibujamos con lápices, pintamos con témperas, usamos papel carbónico, forramos cajas y armamos autos y ciudades, decoramos platos plásticos, hacemos cuadros o armamos un robot con material de desecho,  hacemos títeres, preparamos tarjetas para los tíos, abuelos o amigos.
*Si nos gusta la música… inventamos instrumentos, formamos una banda, armamos una coreografía, inventamos canciones disparatadas o les cambiamos partes a algunas conocidas, reconocemos instrumentos por su sonido sin mirar.
*Si es de noche… hacemos sombras chinescas en la pared, jugamos a “dígalo con mímica” en la cama, cantamos canciones de cuna, inventamos adivinanzas, salimos afuera y contamos las estrellas o encontramos formas en el cielo.
*Si nos gustan los cuentos… recortamos figuritas y armamos historias.  Inventamos el texto a las historietas. Combinamos personajes conocidos en una nueva historia.  Aprendemos poesías de memoria.  Hacemos una obrita de teatro o títeres con los muñecos o títeres.
*Si llueve… jugamos con juegos de mesa, recortamos imágenes de las revistas y armamos rompecabezas, dibujamos en los vidrios empañados, nos ponemos botas y salimos a jugar en los charcos, hacemos una torta, nos maquillamos y hacemos peinados raros, hacemos flores de papel, enhebramos fideítos y nos hacemos collares, vemos una peli juntos, jugamos a las escondidas adentro, vemos fotos, nos disfrazamos…
Estas son sólo algunas ideas, seguramente a ustedes se les ocurrirán muchas más!!! A  jugar!!!
NOTA: fragmentos de un artículo de la Prof. Patricia Marcela Bernat y sugerencias personales.
Lic. Analía Lods