martes, 28 de febrero de 2012

Los problemas de una niñez frente a la TV

Sentados ante el televisor desde pequeños, los niños se exponen a diferentes problemas en su salud física e intelectual.
Muchos niños pasan sus primeros años sentados pasivamente frente a la TV. Los padres los exponen desde los primeros meses de vida a la pantalla, ya sea para que consuman contenidos supuestamente educativos, o para que se entretengan mientras los adultos se ocupan de otras cosas. Numerosas investigaciones han tratado de determinar qué efectos tiene la relación entre niñez y televisión, con el eje puesto en el desarrollo del lenguaje y las habilidades sociales, la salud física, la capacidad para imaginar y disfrutar del juego no estructurado, la interacción con los padres y el crecimiento intelectual. Nuevas conclusiones y nuevos ejes de debate se abren sobre estos temas a partir de los estudios más recientes.

La salud física siempre aparece como una de las áreas más perjudicadas por el exceso de tiempo frente a la tele. Dedicar más de ocho horas semanales a la televisión es uno de los factores de riesgo más importantes en el desarrollo de la obesidad, junto con el mal descanso y el sedentarismo y por encima de la alimentación, fue una de las conclusiones del X Congreso de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo).
En cuanto al lenguaje, se intenta determinar qué influencia tiene la TV en su desarrollo, especialmente en el uso de palabrotas por parte de niños pequeños. Un estudio estadounidense trata de establecer la correlación entre los programas con lenguaje soez y el uso que los niños puedan hacer de estas palabras. Relevando a un grupo de adolescentes de sectores marginados del oeste medio de los Estados Unidos, se les preguntó por los programas que veían, los videojuegos que utilizaban y el tipo de lenguaje y actitudes agresivas que manifestaban. El estudio no es concluyente respecto de la relación causa-efecto entre consumos y actitudes, pero sí permite ver alguna correlación. Es decir, no se puede determinar si los niños dicen palabrotas porque las oyen en los programas que miran, así como aprenden otras prácticas, como la violencia, o si son los niños más propensos a estas actitudes los que eligen programas con estas características. Sí se puede afirmar, sostienen los investigadores, que es importante lo que se ve en televisión, porque de eso se aprende. En cuanto al lenguaje, la autora Sarah M. Coyne, profesora asistente de la Universidad de Brigham Young, realizadora del estudio, explicó: “Como sociedad, la irreverencia es algo con lo que nos hemos relajado bastante. Nos hemos vuelto insensibles a ella. (…) Importa que lo escuchen, y los padres quizás deban tener un poco más de cuidado respecto a la exposición a vulgaridades en los medios de comunicación”.
Los padres tienen que rever su conducta también respecto de los contenidos educativos. Otras investigaciones han probado que aquellos programas que se autopublicitan como formativos, no son adecuados para niños menores de dos años. La Academia Americana de Pediatría explica que los chicos tan pequeños no se benefician de la programación o juegos educativos, porque no están preparados cognitivamente para comprender lo que están viendo. A su edad, es más favorable el juego desestructurado y la interacción con personas. También hay que evitar, sostienen, la exposición a la televisión de segunda mano, es decir, a que el aparato esté encendido todo el tiempo en el hogar aunque nadie esté mirando, porque resulta una interferencia, tanto para los niños que están jugando como para los adultos en su comunicación con los pequeños.
Fuentes:
Vulgaridad en TV crea niños mal hablados“, por Randy Rotinga. Univisión Salud, 17-10-11.
Desaconsejan que los menores de 2 años miren TV y videos”, por Fabiola Czubaj. La Nación, 19-10-11.
Asocian uso de lenguaje soez en TV con agresividad infantil“, por Amy Norton. Público.es, 20-10-11.
Bebés sin TV“. Semana.com, 22-10-11

miércoles, 8 de febrero de 2012

Crianza con apego

El término "Apego" describe el proceso afectivo que se produce inmediatamente después del nacimiento, entre madre e hijo.

Este vínculo es favorecido por las actitudes de cuidado, el contacto piel a piel, las miradas mutuas, las palabras que la madre dirige a su bebé de una manera tierna y las caricias que se dan durante el amamantamiento. Este acercamiento afectivo intenso durante los primeros días de vida del bebé, construyen la base para lograr la sensación de seguridad que los pequeños necesitan para un desarrollo saludable.

La teoría del apego, elaborada por John Bowlby en 1969, sostiene la necesidad de  mantener a los niños en cercanía física de sus padres, describiendo a su manifestación como cualquier forma de comportamiento que hace que una persona alcance o conserve proximidad con respecto a otro individuo.

En el caso de la relación madre e hijo, la interacción del bebé con el ambiente y en especial con la madre posibilitan dicha conducta.
El apego se comienza a sentir durante los primeros días o minutos después del nacimiento para la mayoría de las mujeres, pero es frecuente también que esta sensación de amor incondicional no aparezca de manera instantánea, sino que se construye en el día a día.
La crianza basada en este concepto, alimenta entonces la necesidad de que
los bebés crezcan en cercanía de sus padres, especialmente su mamá.

Bowlby plantea que el apego se va dando a través de una serie de conductas que derivan en el vínculo madre e hijo. Todo se manifiesta mientras el niño reconoce a su madre, registra que es ella quien satisface sus necesidades, lo mira tiernamente, lo acompaña gran parte del día, lo sostiene, lo arrulla, sintiendo de esta manera a su vez, seguridad, confianza y amor.
Está comprobado que las madres que pasan más tiempo con sus hijos, que juegan más con ellos, que tocan más su piel, que les sonríen más, que les hablan más y que les miran a los ojos, desarrollan en ellos un apego más seguro, saludable y de mejor calidad.

En resumen, el apego consiste en el vínculo afectivo, estable y consistente entre un niño y su madre, como resultado de la relación entre ambos. Si este vínculo o apego es el adecuado, el niño alcanzará seguridad en sí mismo, facilitada por los logros alcanzados en sus primeras experiencias de vida, que le ayudará para más tarde poder enfrentar las variadas situaciones de su vida.

Para favorecer este vínculo se sugiere: tener cercanía y contacto físico con el bebé, acariciarlo, sostenerlo, cantarle, arrullarlo cuando llora, mirarlo a los ojos con dulzura cuando se le habla.
Desde esta base de seguridad, niños y niñas exploran la realidad de una manera más  autónoma, pero siempre con la garantía de que podrán encontrar ayuda y respaldo en sus padres o en las personas que los criaron.

Existe hoy en día una tendencia a ligar el apego sólo con la modalidad de que el bebé duerma en la cama de los padres, cuando se trata de una teoría mucho más amplia y más rica. En líneas generales no se trata de dormir con los pequeños para el logro del apego sino de una cercanía afectiva, de disponibilidad emocional de parte de los padres de alojar a su pequeño en el entramado parental, de brindarle un tiempo de exclusividad y construir el estilo de crianza ajustado a sus características más propias, jerarquizando cada vez el cuidado, el respeto por la singularidad del pequeño, la facilitación de la construcción de recursos  propios para la vida.

En relación al “
upa” y allí las madres reciben sugerencias de todo tipo que apuntan a que el pequeño no se acostumbre a ello, podemos decir que es sumamente necesario sostener al bebé en los brazos, ya que en ello recrea la agradable sensación que logró 9 meses en la panza de su mamá, un ambiente natural óptimo en el que obtenía siempre todo lo que necesitaba.

Estar en sus brazos es lo más cercano a esta experiencia: el calor materno, su cadencia, su ritmo cardíaco, su voz…
lo acompañaron durante todo el embarazo y recuperar parte de esas sensaciones hacen del mundo un ambiente menos hostil, filtro de estímulos difíciles de procesar base para sentirse seguro y desde allí animarse a ir por más… 
 Lic Marisa Russomando
Psicóloga especialista en Maternidad y Crianza
Directora de La cigüeña
Artículo publicado en www.materna.com.ar