Hacia los cinco o seis meses,
el pediatra suele indicar a los padres que introduzcan semisólidos en la
alimentación del bebé. Comienza una nueva etapa en la relación entre ambos, que
marca uno de los primeros pasos hacia la necesaria independencia del bebé, pero
que sólo será exitosa con la paciencia y el acompañamiento familiar.
Después de la leche materna,
los semisólidos
"La leche y el
corazón de una madre son irreemplazables", afirma un conocido proverbio. Y
es así, porque la leche materna posee unas cualidades cuyo valor no puede
encontrarse en ningún sustituto. Pero en el transcurso del primer año, los
bebés crecen muy rápidamente: su peso de nacimiento se triplica, su medida
aumenta en un cincuenta por ciento y, al llegar al año, el cerebro ya ha
alcanzado las dos terceras partes de su volumen definitivo. Para coronar estos
avances extraordinarios, que no volverán a darse en ninguna otra etapa de la
vida, el organismo necesita una alimentación equilibrada, que contenga todos
los elementos nutritivos indispensables. Además, esos alimentos deberán ser
preparados de manera que al bebé le resulten fáciles de asimilar, no sólo para
su pequeña boca acostumbrada a la succión exclusivamente de leche, sino también
adaptados al delicado aparato digestivo que recibirá los primeros semisólidos
como una novedad. No hay que olvidar que, en el mundo perceptivo del bebé, la
boca es un órgano de exploración privilegiado.
Las primeras veces de mi bebé
Las primeras "sesiones"
de alimentación serán, seguramente, inolvidables. Marcela recuerda cómo la
vivió ella con su primer hijo, Rodrigo: " Dispuse todo el escenario
mientras él me miraba, sin comprender; el bebé en su silla nueva, el platito
con la banana pisada, la luz adecuada y... ¡mi marido con la máquina de
fotos!". Pero las cosas no siempre funcionan como la mamá y el papá
prevén, y a esta edad suelen acabar, como en el caso de Marcela, con la foto de
una cuchara atrapada por la veloz manito del bebé y una carita embadurnada.
Tampoco es fácil cambiar la primera ilusión cuando se lleva la cuchara a la
boca por la resignación que es necesaria segundos después, cuando el pequeño hijo
escupe todo. Sin embargo, también hay momentos divertidos para todos,
concentrados en los inolvidables gestos de aprobación y desaprobación sucesivos
que transmite el bebé en su proceso de degustar el novedoso alimento.
El comienzo no es fácil
No es fácil ni, mucho menos,
rápido. Introducir las primeras comidas requiere una alta dosis de paciencia.
María de los Ángeles lo tiene calculado: " Todo el proceso me llevó al
principio, y durante más de dos meses, casi una hora. Después, y por largo tiempo,
no pude bajar de los 45 minutos para cada comida. Así que ya sabía que el
teléfono o cualquier otra distracción quedaban postergadas para después de ese
tiempo". Claro que, como ella misma aclara, los tiempos se van acortando
con la experiencia, sobre todo con los nuevos hijos. Pero no está de más saber
que ese momento especial y esperado, al que las mamás se enfrentan con
tanta energía la primera vez, podrá volverse agotador en las ocasiones
siguientes. " Para mí era incluso desgastante", cuenta Marita. "
Laura no aceptaba nada, probábamos lo dulce, lo salado, la mezcla, las texturas
más variadas... Lo sentía como un fracaso". En esto, los pediatras son
tranquilizadores, ya que afirman que los primeros semisólidos no vienen a
reemplazar la leche materna ni a añadir un elemento faltante todavía, sino a ir
preparando al bebé, que necesitará de estos nutrientes poco a poco. Además, los
expertos agregan un consejo: la mamá no debe mostrarse ansiosa, pensando que la
vida se reduce a ese momento de la comida. En resumen, estas anécdotas sirven
para tranquilizar a las mamás que están por entrar en esta etapa de la
alimentación o que vienen probándolo con resultados poco exitosos. Vamos por
partes.
Recomendaciones sobre la
alimentación de tu bebé
En primer lugar, algunas
recomendaciones sobre los elementos que rodean la escena pueden servir. El
pequeño lactante, acostumbrado casi exclusivamente a la piel de su mamá, puede
percibir el frío metal de una cuchara como un elemento extraño y desagradable,
algo bastante comprensible. Por eso, es recomendable utilizar una pequeña
cucharita de plástico y cargarla con pequeñas cantidades de alimento también.
Tampoco es buena idea rodear la escena de luces, fotos y familiares pendientes
del primer bocado. Y cuando el bebé da muestras de desagrado, no seguir
intentando sino esperar hasta otro momento más propicio. " Para que la
alimentación complementaria sea exitosa", declara la Sociedad Argentina
de Pediatría (SAP) , " no sólo se deben indicar los alimentos y
nutrientes apropiados, sino también tener en cuenta la disponibilidad en el
hogar, seguridad en la preparación y las actitudes, conductas y creencias de
quienes están a cargo del niño". Por eso, si la mamá no es quien puede
vigilar este proceso, debe asegurarse de que quien la reemplaza comparta con
ella la misma idea sobre la alimentación del bebé.
En segundo lugar, ¿a qué edad
deben incorporarse los alimentos complementarios? Según la SAP, entre los
cuatro y seis meses aumenta la fuerza de succión en la mayoría de los chicos, y
aparecen los movimientos laterales de la mandíbula. Esto, junto con la
desaparición del reflejo de protrusión de la lengua (llevarla hacia delante),
prepara al bebé para recibir los primeros alimentos sólidos. Claro que estos
desarrollos responden al promedio, y sólo el pediatra de cada bebé puede
evaluar el mejor momento para cada uno. Esta evolución, sin embargo, no puede
reemplazar la ingesta de leche materna, que contiene ácidos grasos esenciales
en alta proporción. Con todo, los lactantes mayores de seis meses obtienen la
mayor fuente de energía que necesitan de los hidratos de carbono, lo que se
logra al incorporar la alimentación complementaria. Por eso, la Sociedad
Argentina de Pediatría reconoce que esta edad de seis meses es la
oportuna para introducirla, ya que es entonces cuando " se ha alcanzado un
adecuado desarrollo de las funciones digestivas, renal y de la maduración
neurológica".
En tercer lugar, ¿qué tipo de
alimento es necesario y en qué orden deben darse? La SAP denomina alimentos
transicionales a los que se preparan expresamente para cubrir las necesidades
nutricionales del bebé, quien todavía no comparte la dieta del resto de la
familia. Entre los alimentos básicos, la SAP recomienda los siguientes
preparados para un bebé de seis meses (hay que insistir en que este parámetro
es aproximado, y que es el pediatra personal quien debe autorizar la comida de
cada bebé):
- Carne, una cucharada sopera colmada (rallada, para
lograr consistencia suave. El hígado de vaca es una opción recomendada).
- Papa, una pequeña.
- Zapallo, un pocillo.
- Aceite de maíz, 2 cucharitas de té.
- Leche de continuación (200 cm3).
- Cereal precocido con gluten (25 gr.): dos cucharas y media soperas, al
ras.
- Aceite de maíz, una cucharita de té.
En todos los casos, además, se
permite la ingesta de frutas (sin cáscara ni semillas, ni partes no
comestibles). La banana pisada es una buena opción para comenzar, incluso
añadiéndole jugo de naranja (colado). También la manzana o la pera rallada son
buenas alternativas. En ningún caso deben agregarse miel ni azúcar a los
alimentos para el bebé, como tampoco es necesario (ni recomendable) ponerle sal
a las verduras.
Estas recetas son sólo
sugerencias que pueden guiar a la mamá, aunque siempre consultando a su
pediatra. Lo importante en esta etapa es vivirla de manera que sea un buen
recuerdo y no una pesadilla, para lo cual es bueno saber encontrar el mejor
momento y lugar, sin sentir presiones y sin presionar al pequeño tampoco. El
bebé puede recibir su primera comida (y las que le sigan) en el horario que sus
papás elijan según su disponibilidad. Es indistinto que sea al mediodía, la
tardecita o la noche. Lo que sí es clave es que se trate de encontrar el
momento en que mamá y bebé estén relajados y tranquilos para disfrutar de un
momento más en su relación de afecto.
Nota publicada en www.materna.com.ar
y supervisada por el Equipo Médico de
Mamashelp.